
UNA DE CADA CUATRO VIAGRAS LAS CONSUMEN HOMBRES DE ENTRE 16 Y 30 AÑOS.
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UNA DE CADA CUATRO VIAGRAS LAS CONSUMEN HOMBRES DE ENTRE 16 Y 30 AÑOS.
En los últimos años, el uso de Viagra entre la juventud ha dejado de ser un tabú para convertirse en un tema común en fiestas y reuniones sociales. Originalmente diseñada para tratar la disfunción eréctil en hombres mayores, esta pastilla azul ha encontrado un nuevo público entre aquellos que buscan mejorar su rendimiento sexual, superar inseguridades o contrarrestar los efectos del alcohol y otras sustancias. Pero ¿qué consecuencias puede conllevar el uso de esta pastilla?
"Lo tomo para dar la talla", "Así me aseguro de no fallar", son algunas de las frases que se escuchan entre la juventud de 16 a 30 años. Este fármaco se ha convertido en un "refuerzo" para muchos chicos que, en su mayoría, no necesitan tomarlo, porque su organismo es capaz de tener una respuesta sexual humana acorde a la edad de la persona. Entonces, ¿Por qué recurren a este medicamento sin necesidad?
Existen varias razones que explican este fenómeno:
La presión y expectativas sociales.
En primer lugar, es crucial entender que la presión social y las expectativas irreales juegan un papel fundamental en esta problemática. Vivimos en una era donde la pornografía es fácilmente accesible y, desafortunadamente, muchos jóvenes la utilizan como fuente principal de educación sexual. Esto crea una imagen distorsionada de lo que debería ser una relación sexual "normal" o "exitosa". Las películas pornográficas a menudo muestran actuaciones sexuales prolongadas y sin dificultades, lo que puede llevar a los jóvenes a creer que deben mantener erecciones duraderas y tener múltiples encuentros sin períodos de descanso. Esta percepción errónea puede generar una ansiedad de rendimiento significativa.
Además de la pornografía, las redes sociales también contribuyen a esta presión. La constante exhibición de cuerpos "perfectos" y la cultura de compartir intimidades pueden hacer que los jóvenes se sientan inadecuados o inseguros sobre su propia imagen y desempeño sexual. Esta inseguridad puede llevarlos a buscar soluciones rápidas, como el uso de Viagra, para sentirse más confiados en sus encuentros sexuales.
El consumo de alcohol y drogas
Las celebraciones desenfrenadas y el abuso de sustancias como el alcohol y otras drogas pueden tener un impacto negativo en la función sexual, afectando principalmente la capacidad de lograr y mantener una erección, así como el control eyaculatorio. En este escenario, muchas personas recurren al Viagra como una supuesta "garantía" de desempeño sexual satisfactorio durante sus encuentros íntimos, sin considerar adecuadamente los potenciales peligros y efectos secundarios asociados a su uso.
Este enfoque refleja una preocupante tendencia en la que se busca una solución rápida para contrarrestar los efectos negativos del consumo excesivo, en lugar de abordar las causas subyacentes del problema. Es crucial destacar que el uso indiscriminado de medicamentos para la disfunción eréctil, como el Viagra, sin supervisión médica y en combinación con otras sustancias, puede conllevar graves riesgos para la salud.
La salud mental
La ansiedad y las dificultades psicológicas son otro factor importante para considerar, puesto que la juventud suele enfrentar altos niveles de estrés debido a las presiones académicas, laborales o sociales, cuyo impacto se puede manifestar en problemas de rendimiento sexual, como dificultades para mantener una erección. En lugar de abordar la raíz del problema, algunos optan por el uso de Viagra como una solución rápida. Otro de los riesgos es la adicción psicológica. Los jóvenes que recurren al Viagra de manera habitual pueden llegar a depender de él, creyendo que sin este medicamento no podrán tener relaciones sexuales satisfactorias.
Esto afecta negativamente su confianza y autoestima, lo que puede generar una dependencia emocional del fármaco. Es importante destacar que la salud mental y la salud sexual están íntimamente ligadas, y que tratar los problemas psicológicos subyacentes a menudo puede resolver las dificultades sexuales sin necesidad de medicación, por lo que es recomendable acudir con profesionales de la psicología y/o de la sexología que puedan acompañar a los jóvenes en estas situaciones.
Pero los riesgos no se limitan solo al consumo indiscriminado.
Profesionales de la urología advierten que cada vez más jóvenes recurren al Viagra sin receta médica. Sin embargo, este medicamento debe tomarse bajo supervisión profesional debido a sus potenciales efectos adversos, como los riesgos cardiovasculares y cerebrovasculares, que no deben tomarse a la ligera. En España, cada año se venden más de 4 millones de unidades de medicamentos para la disfunción eréctil, y sorprendentemente, uno de cada cuatro usuarios tiene entre 16 y 30 años, adquiriéndolo a través del mercado negro.
¿Qué podemos hacer?
La educación sexual integral y sin prejuicios constituye la clave para frenar el uso indebido de medicamentos para la disfunción eréctil entre la juventud. Esta educación debe abarcar aspectos biológicos, emocionales y sociales de la sexualidad, además de desmitificar los estándares irreales de desempeño sexual promovidos en los medios y redes sociales. Es imperativo que las personas jóvenes comprendan que el rendimiento sexual no se debe medir por criterios inalcanzables ni por la imagen proyectada en línea. Asimismo, se debe enfatizar que el uso de sustancias como el Viagra no representa una solución a largo plazo y conlleva riesgos significativos para la salud.
Conclusión
El consumo de Viagra entre los jóvenes es un reflejo de una sociedad que muchas veces prioriza la apariencia sobre la salud y el bienestar. Es el momento de cambiar esta narrativa, enfocándonos en construir una relación más saludable y honesta con nuestra sexualidad. El sexo va mucho más allá de los estándares de rendimiento que nos imponen las redes sociales o el porno. Todos podríamos abrirnos a una visión más amplia y diversa de la sexualidad, explorando nuevas prácticas que nos permitan disfrutar de una conexión auténtica y libre de presiones. Solo así podremos evitar que una práctica riesgosa se convierta en una epidemia de salud pública.